Por Jorge Herrera Moreno
Actualmente el
Estado mexicano vive el aparente apogeo de una crisis en materia de seguridad
pública que lleva décadas formándose, específicamente a través del fenómeno de
crimen organizado, en donde incluso existe un debate en torno al problema, sus
efectos y alcances, cuestionándonos si se trata realmente de un asunto de
seguridad púbica o de seguridad nacional, si realmente es el apogeo de la
crisis en seguridad o es apenas el comienzo, si existen soluciones definitivas
a un problema estructural complejo y sobre todo desde que perspectivas se debe
hablar de derecho en este tema.
Como primer apunte,
es necesario entender la actual transición en la que aún nos encontramos en
México, el camino de constantes cambios a los que nos enfrentamos al no estar
consolidados como una democracia constitucional acarrea varios problemas, pues
en México existe una fuerte presencia de un estado legal, denominado así por el
gran papel que juega el legislador en la búsqueda de justicia a través de la
conformación de leyes y normas que interactúan directamente entre el gobierno y
los gobernados. Históricamente México tiene muy arraigado este fenómeno, y los
problemas actuales que desencadena no son pocos, uno de ellos y el más
importante para el presente tema, es el
debilitamiento judicial que vivimos actualmente, resultado, precisamente,
del papel central que desarrolló el poder legislativo en conjunto con el
ejecutivo en la democracia mexicana, ello
tuvo como consecuencia el adoctrinamiento de los operadores jurídicos
nacionales a simples aplicadores de la norma, lejos del ideal de ser
intérpretes de la misma, por lo anterior no extrañan practicas judiciales
arraigadas a un sistema legal, que poca eficiencia muestran en resultados
óptimos de impartición de justicia, pues durante muchos años carecieron de
estructuras legales idóneas para operar, así mismo esto jugó un papel
fundamental en la mermada educación judicial y en la percepción de una ciudadanía acostumbrada a la resolución de los
problemas a través de la creación y aplicación de leyes y no de su
interpretación, por lo cual no extraña el escepticismo y desconfianza de la
ciudadanía hacia su poder judicial.
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