Por Jesus Emmanuel Vargas Manriquez
Al son de los días y las
noches nos encontramos con criaturas encantadoras, con seres que su única pena
es el estar retacados de belleza y felicidad, pero, también, tenemos en nada
agradable encuentro con esos perfumes de seres desventurados, callados por sus
propios crímenes y que desearíamos que únicamente se trataran de alucinaciones.
La presencia de estas dos
creaciones nos eriza la piel, pues se trata de una confirmación del ángel y el
demonio en la tierra, pero más daño hacen al sumergirse al interior ese olor a muerte,
esas palabras que te rozan el oído y la conciencia pronunciadas por el
mensajero de Satán, que recuerdan esos pecados del pasado y que un día
dejaremos de ver al sol, que conviviremos con la oscuridad, sin sombra y
congelados por la desdicha.
Aun así, decidimos andar,
rentar un departamento, no ser indiferentes al prójimo y tratamos de engañar a
la vecina, a esa vecina que por las mañanas te mira desalineado, más que
fatigado, transformado en repugnancia y con un alma que solo a ella le
pertenece.
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