Recientemente el país ha
vuelto a vivir un desacuerdo con gran posibilidad a escalar en una pugna entre
el representante del Ejecutivo Federal, presidente de la república mexicana en
turno, el Lic. Andrés Manuel López Obrador (en adelante AMLO) y el Organismo
Público Autónomo el Instituto Nacional Electoral (en adelante INE). Presentemos el problema de manera sintética y pasemos al debate
jurídico, para así, hablar de derecho.
El día lunes 22 de junio de 2020, a través del ejercicio diario de rueda
de prensa para la difusión de labores del ejecutivo federal en torno a asuntos
de interés público, denominada “La Mañanera”, el titular del ejecutivo federal
señaló que con motivo de las elecciones intermedias que vivirá el país en 2021,
el propio Presidente de la República será el vigilante y celoso observador de
este ejercicio democrático, descalificando al organismo Público Autónomo creado
para tal objetivo, el INE, y señalando la existencia de complots y hasta actos
de corrupción dentro del propio Organismo, así como asegurar que es el aparato
institucional electoral más costoso del mundo.
Las elecciones intermedias representan la elección de 15 gubernaturas,
29 congresos locales y casi 2 mil ayuntamientos, de ello podríamos advertir que se trata de una elección, al menos para
el Poder Ejecutivo, de lo más significativa al representar casi la mitad de los
cargos del Poder Ejecutivo a nivel estatal y municipal. A raíz de los
señalamientos públicos por parte de AMLO al INE, existieron algunas réplicas y
contrarréplicas, en primer lugar, el INE explicó que la observación y vigilancia del proceso democrático corresponde a este
organismo, a lo que el Presidente de la República respondió que “él conoce y acepta el contexto legal de la
respuesta por parte del INE, que simplemente estaba haciendo uso de su derecho
a la libertad de expresión que constitucionalmente le asiste, y que además como
ciudadano, él está facultado para en caso de conocer de un acto de corrupción
que atente contra el proceso electoral del siguiente año, estará en la
obligación de presentar la correspondiente denuncia”.
Ahora bien, analicemos el marco jurídico que envuelve la situación
anteriormente descrita. En primer lugar, me gustaría abordar el Derecho a la Libertad de Expresión,
pues es cierto que éste existe y se
encuentra consagrado en el artículo 6 de la Constitución Federal, AMLO como
titular del Ejecutivo Federal no pierde
su calidad como ciudadano mexicano, al contrario, esta se reafirma con los mismo requisitos constitucionales que para el
propio cargo la constitución establece, por ello es evidente que todo el
marco normativo en materia de Derechos Humanos le asiste a nuestro Presidente
Electo, tal como le asiste a cualquier ciudadano mexicano. Ahora bien, como todo Derecho, este tiene un límite, límite que
como consecuencia directa del cargo que AMLO tiene, se potencializa, y es aquí
donde el Titular del Ejecutivo debe revirar respecto a los señalamientos
públicos que detona, usualmente más no limitativamente, a través de su
rueda de prensa diaria, pues el primer párrafo del artículo en comento
establece: “La manifestación de las
ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en
el caso de ataque a la moral,
los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público…” Es claro que los factores que
intervienen en el presente desacuerdo son suficientes para poder temer de manera fundada una posible
perturbación al orden público, primero, por lo que representa para la
ciudadanía la figura del Ejecutivo Federal y al día de hoy, y sobre todo la
figura de AMLO, por otro lado, el canal de difusión masivo que es la rueda de
prensa diaria y las réplicas que todos los medios de comunicación en el país
hacen de este ejercicio, también otro factor importante es que el señalamiento
va dirigido a una institución, no sólo a una persona, en cuyo caso el impacto
muy probablemente sería menor, pero al tratarse del Organismo Electoral
jerárquicamente más relevante en el país, tiene como consecuencia directa un
cuestionamiento incluso al mismo ejercicio democrático actual, lo cual puede
generar un descontento social desinformado que altere el orden público en las
siguientes elecciones intermedias e incluso antes.